El edadismo es un fenómeno social que surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas ocasionando daño, desventaja o injusticia social y menoscabando la solidaridad intergeneracional que debiera existir en una sociedad.
Robert Butler, psiquiatra y gerontólogo experto en demencia y envejecimiento, acuñó el término ageim (edadismo, en español),para referirse a la discriminación y exclusión de las personas mayores por el solo hecho de tener más edad. El edadismo hacia las personas mayores está enraizado en una imagen negativa de la adultez mayor, etapa normal del ciclo vital del ser humano, que a menudo ha sido asociada negativamente por agentes sociales a deterioro físico y/o cognitivo, a improductividad, a dependencia e incluso, en algunos países, a pobreza.
Según el Informe Mundial sobre el Edadismo (2021) emitido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en conjunto con la Organización de Naciones Unidas (ONU), este fenómeno contra las personas mayores se basa en tres dimensiones fundamentales que interactúan entre sí y se fortalecen mutuamente: los prejuicios (sentimientos), los estereotipos (pensamientos) y la discriminación (acciones o comportamientos).
Por otra parte, el edadismo tiene dos tipos de expresión: explícita (consciente) e implícita (inconsciente) y se ejerce en tres planos: estructural (a nivel de leyes, políticas y normas que rigen una sociedad), interpersonal (a nivel de relaciones entre individuos, en el trabajo, barrio y familia) y autoinfligido (cuando la persona mayor termina por interiorizar los patrones que la sociedad le refleja, dañando su autoimagen).
El edadismo, entonces, como fenómeno social consolidado, se filtra así en muchas instituciones y sectores de la sociedad, lo que contribuye a sostenerlo y a mantenerlo. De esta forma, instituciones que brindan atención en salud a la población, lugares de trabajo y medios de comunicación, entre otras, se han constituido en algunos países en terrenos fértiles para instalar el edadismo hacia las personas mayores.
El Observatorio del Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica de Chile, da cuenta que nuestro país se encuentra entre aquellos que más adscriben a imágenes negativas sobre la vejez. Por otra parte, el 68% de personas encuestadas en Chile por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) y la Universidad de Chile, consideran que las personas mayores no son autovalentes, desconociendo las diversas formas del envejecimiento y, por tanto, la diversidad y heterogeneidad de la vejez. Esto último queda demostrado por la Encuesta CASEN (2017), que señala que un 86% de las personas mayores de 60 años en Chile son independientes y autovalentes y sólo un 14% de ellas tiene algún grado de dependencia.
La esperanza para las personas mayores y para una sociedad más justa, basada en una perspectiva de derechos, reside, según la Organización Panamericana de la Salud (2021), cuenta con tres factores fundamentales: la promulgación de políticas y leyes favorables a la adultez mayor, las intervenciones educativas y las intervenciones de contacto intergeneracional. La investigación al respecto tiene la última palabra.